miércoles, 7 de marzo de 2012

20120306 - Cuchara, manzana, bicicleta



Hacía mucho tiempo que una peli, documental en este caso, no me emocionaba tanto. Y no fue tanto por el tema tratado, el retrato de la enfermedad del Alzheimer a través de la figura de Pasqual Maragall, sino porque hice bastantes analogías con el cáncer de mi padre y posterior ictus.


De todo el documental, lo que más me tocó la fibra, fue cuando la mujer de Maragall, Diana, comenta cómo le enfadó escuchar de boca de su marido en uno de sus discursos que los familiares al protegerlos tanto les cortaban la libertad, ya que quien realmente ha perdido la libertad era ella. Supongo que también estaba molesta por el hecho de que su marido sólo pensase en lo que la enfermedad hacía en él y no se parase a pensar en lo que hace a su entorno. Y esto me dio de golpe porque definió exactamente el sentimiento que creo que tiene mi madre ante la enfermedad que tuvo mi padre, porque creo que mi madre ha visto cómo el cáncer de mi padre le ha cortado las alas a ella al no poder hacer por ejemplo irse de viaje del IMSERSO con su marido como hacen muchos matrimonios de jubilados.


También me tocó la fibra el pensar lo duro que es esta enfermedad que no te mueres por ella, a diferencia del cáncer, sino que convives con ella, primero viendo cómo vas olvidándote de todo (eso tiene que ser durísimo) y después simplemente esperas a la muerte sin recordar nada. Y que encima, al final, cuando ya no tienes memoria, no es el enfermo quien padece, sino los familiares y cuidadores que tienen que ver cómo esa persona es simplemente un guiñapo al que hay que alimentar, limpiar, pasear, tal y como le pasó a la madre de Basi (diez años postrada en una cama sin reconocer nada ni a nadie hasta que su cuerpo envejeció y murió a nivel orgánico).


No sé, me tocó tanto la fibra, que no podía dejar de llorar durante un rato. Y no pude, porque me removió mis peores miedos sobre lo frágil que es la vida, lo que la desperdiciamos con tonterías absurdas y que no sabemos por qué estamos aquí ni adónde iremos luego. Vamos que me entró la típica rayada que me da cuando pienso en el universo y las estrellas, y como siempre lo pasé mal.Así que nada… ¡CARPE DIEM!

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