lunes, 13 de mayo de 2013

Esperando...

Miro a través de la ventana de la oficina para ver un cielo completamente azul, sin una nube. ¿Quién podría pensar que mañana mismo ese cielo va a cubrirse de nubes cargadas de agua? Estamos casi a mediados de mayo y Lorenzo empieza a picar. Es por esa razón que espero que esas nubes norteñas se vayan aproximando poco a poco y así no sólo enfríen un poco el ambiente sino que vuelvan a mojar el terreno para que el campo recupere el color verde intenso que poco a poco está perdiendo.

Miro el calendario, mediados de mayo, semana 20 de gestación. Según los expertos es entre la semana 19-21 cuando las madres empiezan a percatarse de las patadas y puñetazos de sus bebés. Estoy a punto de terminar la semana 19 y todavía no he notado nada. Seguro que ya me ha dado alguna, pero dado que no sé reconocerlas, habré pensado que simplemente eran dolorcillos por el crecimiento del útero. Es por eso que espero a que sus movimientos sean más enérgicos y frecuentes para así entrar en una nueva etapa de comunicación con el peque.

Miro la hora del ordenador, cinco minutos más que la última vez. Reviso otra vez el correo y veo que no tengo ninguna entrada nueva procedente de asignaciones o de mi mentor. Respiro aliviada. Siendo sinceros, no me apetece nada estar asignada temporalmente a un proyecto corto para simplemente limpiar marrones entrando en una rutina de estrés diario. Lo que me apetecería es que me dijesen, “mira, no te vamos a asignar a nada hasta que vuelvas de tu baja de maternidad porque no nos merece la pena asignarte por si tienes que darte de baja de forma inesperada”. Así podría estar tranquila sin tener la necesidad de revisar periódicamente el correo, podría relajarme y así centrarme en lo que realmente quiero hacer: ordenar la casa para la llegada del bebé. Pero las cosas no siempre son como una quiere y toca esperar, bien a que algún día llegue ese correo de “estás asignada”, bien a tener unas no deseadas molestias relacionadas con el embarazo que me obligasen a pedirme una baja. Quizá no pase ninguna de las dos, sino que simplemente pasen los días hasta octubre yendo diariamente a la oficina hasta las 15h para pasar la mañana “colaborando” en un antiguo cliente. Quizá esa sea la mejor opción, seguiré esperando pues.

Y mientras espero, será mejor que ocupe mi tiempo en otras tareas para que la espera no se haga tan larga, para que no me angustie, para no sentir que pierdo el tiempo… Está bien esperar, pero no se puede esperar centrando la mente y el tiempo en lo que se está esperando. No sólo porque sabes que no puedes controlar su llegada, llegará si quiere llegar, sino porque es absurdo dejar pasar el resto de la vida. Así que nada, a esperar ocupándome.